miércoles, 11 de octubre de 2017

Paz y ciencia, por Martín Pérez


El jueves pasado quedé, como todos, algo pasmado. La tabla de las eliminatorias no hacía mas que convocar al fantasma de aquella madrugada en la que, por culpa de once suecos, un día que ni siquiera había empezado se sintió como totalmente arruinado a las siete de la mañana. Sin ser un Sampaolista convencido --difícil perdonarle su decisión tribunera de poner a Benedetto como el 9 de la selección, por ejemplo--, esa noche pesqué su conferencia de prensa, en la que me gustó verlo asegurar, con la tranquilidad justa que estaba haciendo falta en ese momento, que Argentina iba a ir a buscar la clasificación a Quito. Respondía calmado una y otra vez las preguntas de los presentes, hasta que --en la transmision que yo venía siguiendo-- de pronto se escuchó el grito de algún personaje de esos que encarnan una raza que, por no tener una palabra mejor vamos a consentir en llamar periodista deportivo, pidiendo que lo saquen del aire, que vuelvan al piso, que ya habían escuchado demasiado. Acto seguido, comenzó la fiesta de la carroña televisiva, en la que mas de un panel de miserables no hacia mas que revolcarse en sus quejas porque Papá Messi no los llevaba al Mundial. Una conferencia de prensa mas tarde, después del triunfazo y la muestra de carácter de Quito, Sampaoli merecía mandarlos a todos a seguirla chupando. Messi lo hizo a su manera, gambeteando a Titi Fernández en medio de los festejos del final, en vivo y en directo, manteniéndose fiel a su palabra de no hablar con la prensa. Pero no, Sampaoli se sentó y contestó las preguntas con la misma calma que el jueves pasado. El hombre del que se burlaron durante todo el fin de semana porque había dicho que hacía falta tener paciencia, que para él se dividía en paz y ciencia, reveló que en la charla previa al partido le dijo a los jugadores que había que ayudar a Messi a ir al mundial. Que Messi no podía llevarlos él solo. Que no le podían pedir eso. Y así fue como sucedió, acompañándolo a Messi es que Messi nos llevó a todos a Rusia, incluso a esos desagradecidos que vi por ahí todavía gritando, haciendo su negocio. Con sus tres goles --tres golazos-- Argentina terminó ganando el partido mas difícil de todos, ayudada por la suerte de los resultados, que le permitieron seguir dependiendo de sí misma hasta la última fecha. Así, Sampaoli tuvo su paz y su ciencia. Messi ya está en Rusia, como debía ser. Y los que siguen gritando en la medianoche son los que, otra vez, la tienen bien adentro.

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